Castilla, a dos batallas del sueño

 en Real Madrid Castilla, Cajón de Sastre, Opinión de cantera

Soñar, soñar y soñar. Competir, competir y competir. Crecer, crecer y crecer. Formar, formar y formar. En definitiva, el ADN del Castilla de Raúl González que casa a la perfección con la forma de entender la vida del Real Madrid. Trabajo, sacrificio y buscar siempre la excelencia. No quejarse nunca, aunque haya motivos de sobra para ello. Así ha conseguido mantener el filial madridista el sueño del ascenso vivo, ese por el que volverán a pelear el próximo domingo en el Estadio Nuevo Vivero de Badajoz ante la UD Ibiza (12:00 horas).

 

Pura raza madridista

El Castilla viajó a Talavera el pasado sábado para jugar una final el domingo con bajas, cuatro de ellas muy sensibles en el once de Raúl González, en dos autobuses -cosas de la pandemia- llenos de juveniles -diez en concreto- y con la convicción de que nada les iba a impedir sumar los tres puntos necesarios para amarrar una tercera posición que le daba la clasificación a la fase de ascenso. Así llegaron al Estadio Municipal de El Prado, donde 4.000 espectadores con muchas ganas de insultarles por, simplemente, jugar al fútbol les esperaban. Y así consiguieron vencer. Eso sí, no sin el sufrimiento habitual que siempre acompaña a esta categoría. 

Los blancos comenzaron bien el partido. Se adelantaron y a punto estuvieron de poner más ventaja en el marcador al inicio de la segunda mitad. Pero una serie de fallos provocó la remontada del CF Talavera de la Reina. Dos goles que llegaron acompañados del tanto de la UD Extremadura. Más difícil todavía. Pero fue en ese momento cuando el equipo sacó el gen competitivo y todo el fútbol que tienen en sus botas para lograr tres goles que les permitía conseguir una victoria fundamental. En 90 minutos jugaron muy bien al fútbol, contemplaron el abismo y se repusieron creyendo hasta el final. Puro Real Madrid. Puro Raúl González Blanco. 

 

Aquí suman todos

Hablábamos anteriormente de que el Castilla viajó a Talavera, tierra de cerámica, con diez juveniles. Alberto Retuerta ‘Retu’, Álvaro Carrillo, Peter Federico, Rafa Marín, Lucas Alcázar, David González, Bruno Iglesias, Manuel Ángel Morán, Lucas Cañizares e Israel Salazar ‘Sala’ formaron parte de la expedición del primer filial del Real Madrid.

Los tres primeros fueron titulares, mientras que el cuarto jugador nombrado en este texto saltó al verde en la segunda mitad. Las circunstancias son las que son y los juveniles no sólo están reforzando al equipo, sino que suman y son uno más. La fuerza del grupo, esa que tanto busca Raúl González, se ve en situaciones como esta. 

El Castilla, que ya ha cumplido el objetivo con creces, se jugaba seguir manteniendo vivo el sueño del ascenso sin Miguel Gutiérrez ni Antonio Blanco, convocados con el primer equipo, además de Víctor Chust o Mario Gila, ambos lesionados y que sufrieron mucho viendo a sus compañeros desde la grada de Talavera. Pero los que estaban y los añadidos formaron un grupo unido, que con carácter y, sobre todo, fútbol, lograron un premio que esperan saborear durante dos semanas más.

 

Raúl y su otro equipo

Por último, hay que destacar el equipo que forman Raúl González y su cuerpo técnico. La cabeza visible es el eterno ‘7’ madridista y no es para menos. Se lo ha ganado a base de éxitos, pero tras su figura hay una serie de hombres que miman día a día a una plantilla que lo quiere todo. Alberto Garrido, su segundo, con el que se entiende perfectamente, es clave en todo el proceso. Pero también hay que hablar de Nacho Sancho como preparador físico, Mario Soria como preparador de porteros, Víctor Paredes como readaptador, Alfonso Mollón como delegado del equipo, Borja Nuñez el doctor del equipo, Juan Tapiador y Borja Miranda como responsables de comunicación, David Casado el delegado de campo, y un largo etcétera de personas que comparten el mismo sueño que los que visten de blanco.

Como funciona este equipo perfectamente engrasado se vio a la perfección en el Estadio Municipal de El Prado. Mientras el Castilla remontaba, los jugadores no convocados lo celebraban en la grada mientras eran increpados de forma injusta por su efusividad y alegría por parte de algún aficionado local, lo que provocó unos minutos de tensión cuando los jóvenes futbolistas madridistas se defendieron de las agresiones verbales. Fue en ese momento cuando la figura de Mario Soria, preparador de porteros, apareció en escena para dar dos gritos y hacerles entender a los jugadores que ellos tenían que estar por encima de lo que les dijese el público. Se acabó así la polémica, a la vez que Víctor Cea pidió a su equipo que terminase el partido de la manera más elegante posible, dejando clara su personalidad como técnico. El árbitro señaló el final y continuó la merecida celebración. Una alegría que todavía dura en la Ciudad Real Madrid.

Post recomendados

Escribe un comentario

CONTÁCTANOS

Escribe y pulsa Enter para buscar